Estados Unidos en el país que más gases de invernadero lanza al aire por los millones de vehículos que tiene. Comparte gran responsabilidad en el calentamiento del planeta y de los desastres ecológicos que en la actualidad observamos. Sin embargo, nunca ha querido aceptar esa carga.
Y todo se basa en el individualismo sobre el cual se cimienta la sociedad estadounidense. Esta filosofía se refleja mejor en el derecho de portar armas de fuego: el vaquero solitario luchando por su sobrevivencia. Esa negativa de una vida en colectividad, no es común en otras sociedades.
El individualismo se expande a nuevas áreas vírgenes como China, que de un colectivismo pasaron ahora a la fiebre consumista de Occidente. Antes, millones de chinos iban a sus trabajos en bicicletas. Las grandes avenidas eran calmas y despejadas, pero ahora, los millones de vehículos se apelmazan en las calles y el cielo se ha vuelto gris de tanto humo. Quieren ser independientes uno del otro.
Otras sociedades, como la europea y la latinoamericana, han tratado de mantener el colectivismo, aunque en nuestra región, por los gobiernos corruptos y la alta delincuencia, cada vez más, la gente se vuelve más aislada de su entorno.
El humano es un ser social, colectivo y de esa forma deberíamos vivir. No necesitamos un carro cada persona para ir a nuestros trabajos. Lo que sí es necesario, es un buen servicio de transporte colectivo (como en Europa), seguro y accesible a todos. Cómodo y tranquilo, que nos haga prescindir del automóvil.
Sólo el colectivismo nos salvará de seguir contaminando el ambiente. Miren los gobiernos de este país, en vez de implementar un sistema nacionalizado de transporte público (bueno, seguro y eficiente) se ha dado a la tarea de construir más calles para más carros, pero no ha resuelto el problema diario: tráfico lento y la contaminación del aire. ¡Esta no es vida señores!