jueves, 29 de enero de 2009

Un gay guanaco en Los Angeles

Bueno, no había contado acá que me he mudado para la ciudad de Los Angeles en Estados Unidos, el cambio de ambiente ha sido muy impactante para mi, en especial en lo económico, pues este país anda muy mal en ese aspecto.

En el campo de la libertad individual y de los derechos de los homosexuales, este país es una maravilla. Dudo que El Salvador pueda llegar en corto o mediano plazo a los estándares de acá, donde la homosexualidad ha perdido todo el estigma social que solemos ver en nuestros países.

Acepto que a pesar de ser homosexual, venía aún con algunos prejucios, quizá por la represión que a diario viví y padecí en el país. Lo primero es la libertad con la que caminan los gays aquí en la calle sin que nadie los critique, espante o lo peor, sean blancos de burlas e insultos. Eso no ocurre acá.

Luego, el tema de la homosexualidad no es ningún tabú y me he fijado que se habla de ello con mucha naturalidad. Los gays no sienten temor a decir lo que son ni a demostrarlo en la calle; el estereotipo de homosexual es muy distinto que en El Salvador, donde se suele pensar en los gays como personas escandalosas, amaneradas, vestidas de forma ridícula, pintarrajeadas de la cara y sin ningún ápice de dignidad.

A pesar de esta libertad, la comunidad latina guarda mucha intolerancia aún. Son los latinos los que más discriminan a sus gays. En mi trabajo me dí cuenta de ello, había compañeros que no sabían de mis preferencias, que a espaldas de los homosexuales aún los critican y se refieren a ellos de manera discriminante y burlona.

Por otro lado, las organizaciones gays en este estado son muy grandes e influyentes. Después de las elecciones de noviembre, en donde la gente votó en contra de los matromonios homosexuales, me topé en la calle con una manifestación gigantesca de gays que protestaban por el resultado negativo de la consulta popular. Era impresionante ver tantos homosexuales y personas que los apoyan caminando en la calle. Eso jamás se verá en El Salvador.

En cuanto a la vida nocturna, hay muchísimos bares y discotecas gay que se llenan a reventar. En algunos, las filas en la calle para entrar sorpredenderían a cualquier homofóbico latino. La gente está ahí parada esperando entrar y sin ningún temor de que algún automovilista se detenga para gritarle insultos, como ocurriría en el país. Hay cuadras completas en donde los negocios, todos, están dedicados para clientes gay.
Así es este país. Otro día les contaré más del ambiente gay de Los Angeles.