miércoles, 27 de febrero de 2008

“El cambio” no nos incluye, hermanos

Se siente en el ambiente nacional la sensación de que vienen cambios en el ámbito social y político. Se percibe en la gente una especie de optimismo en el futuro inmediato; asimismo, se siente una sensación de decepción generalizada por el estado actual de las cosas.

Sí señor, se espera mucho. Pero esa alegría a los homosexuales no nos contagia. La población gay se siente inmune a ese contagio. Pero no es algo novedoso, es una situación que nunca ha cambiado, porque en los discursos políticos, jamás se nos ha tomado en cuenta.

Gobiernos van y gobiernos vienen, y los homosexuales seguimos anónimos e ignorados por el sistema, como siempre ha sido. Si por algo el tema de la homosexualidad permanece en la sociedad, es por la terquedad de nuestra propia existencia y no porque haya alguien, con alguna notoriedad pública, que reclame por nuestros derechos. Ni la asociación Entre Amigos hace algo en nuestro favor. Es más, ni siquiera me entero de que esta organización aún exista.

Así que mis amigos, de nuevo estamos solos, sin nadie que quiera dar la cara por nosotros, nadie que diga: “ya basta de discriminar a los homosexuales”.

La clase política en este país es demasiado conservadora como para enviarnos signos positivos. Esperemos a ver qué pasa en las próximas elecciones.

Yo por mi parte, guardo una pequeña esperanza, no sé ustedes.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Mi primera vez… en Oráculos

Bueno, después de leer la entrevista de Julio, el fundador de la primera discoteca gay en el país, publicado originalmente por gayelsalvador.com, traje a mis memorias la primera vez que entré a esta discoteca. Fue hace muchos años, quizá en 1992.

Me llevaron dos amigos, Carlitos y Jaime, ambos ya fallecieron, el primero a causa del SIDA y el segundo, horriblemente asesinado en un cañaveral de Apopa. Tengo pendiente escribir más sobre este y otros crímenes de odio.

Pues como estaba muy joven, no sentía temor a que me viera alguien o encontrarme a algún conocido adentro, pero sí, estaba emocionado. Entramos por el parqueo trasero, que se mantenía semioscuro y permitía que los clientes que no tenían auto, se bajaran del taxi sin sigilo.

Llegamos a la entrada y nos encontramos con Prudencio, el portero, que era heterosexual y quizá por eso lo habían contratado. Él tenía los boletos de entrada. Creo que me invitaron. Es lo usual, la primera vez que lo llevan a uno a algún lugar, quien convida invita. Y enfrente, una puerta de hierro, de lámina lisa color negro mate, con una pequeña ventanilla que se corría para ver quién entraba.

Se abrió la puerta y salió una ola de aire viciado, con un fuerte olor a cigarrillo y lociones sin definición alguna. Era un espacio muy reducido con luces tenues y a la derecha, una barra, donde una chica muy linda se me quedó mirando. Era la Sagui.

La Tía Julia, o Rocío, estaba vestida con un vestido largo color blanco, con la media pierna descubierta, hasta el muslo. Tenía una peluca rubia y en una de sus manos un cigarrillo que sostenía con elegancia. Conversaba con unos amigos, todos parados al lado de la barra.

Me echó una rápida mirada de pies a cabeza, sabía que era nuevo, pollito, carne fresca. Y enseguida sonrió a mis convidantes con una sonrisa lejana, típico de dueño de una negocio que tiene que ser amable con todos los clientes… y me miró de nuevo.

Ya no recuerdo qué ocurrió después. Lo más probable es que me haya internado en el lugar y haya bailado con mis amigos, pero esa imagen en mi cabeza, la de Rocío auscultándome con la mirada no se me ha borrado. Y bueno la Sagui, la bartender travesti, que cada vez que me acercaba a la barra me decía cosas como ¡qué niño tan lindo!, y me tomaba de la nariz, tampoco se me olvida.

¡Ah, qué días! Fue una época mágica, los travestis eran tan distintos a los de ahora. Eran personas que les gustaba el glamour y no se vestían porque quisieran ser mujeres, sino, por arte, por la estética. Se les veía en la calle de domingo a jueves y eran hombres normales, pero los fines de semana, en la disco, vestidos, eran unas diosas.

lunes, 11 de febrero de 2008

Si van al centro, descubrirán algo de buen gusto

El centro de San Salvador es uno de los lugares más desprestigiados del país, por su desorden, bullicio y contaminación. Me acuerdo cuando era adolescente, el desorden se limitaba a los alrededores del mercado central.

Pero bueno, lo que les quiero contar ahora, que pese a ese caos que se llama Centro, aún queda gente que tiene fe en el lugar y está tratando de hacer las cosas bien y con buen gusto. Y una de estas personas es el propietario del bar Zi-Bar, una especie de oasis en un lugar tan tórrido.

Zi-Bar se encuentra, en buen salvadoreño el mero centro, en los locales de la primera planta del estacionamiento Morazán, exactamente atrás de la Plaza Morazán, que es uno de los pocos lugares que los vendedores aún no han invadido.

Zi-Bar tiene el toque homosexual que le da un ambiente muy especial al local. Hay una lógica mal hilada de parte de muchas personas: creen que entre más alejado del Centro está un negocio, mejor será: falso.

Zi-Bar tiene un mejor ambiente que algunos bares de la zona del Camino Real. La música es la de nuestros gustos, es decir, de cantantes que son admirados por la población homosexual.

Abren de miércoles a sábado de 11:00 AM hasta el amanecer y tiene bocadillos que se preparan en el acto. Además, tiene estacionamiento y lo mejor, es que en la plaza se encuentra una caseta de agentes metropolitanos, que están cerca por cualquier problema.

Me contó mi amigo que en los próximos días reinaugurará Zi-Bar, y pretende darle más un toque europeo, con una larga barra, y por supuesto, con variedad de bebidas.

Así quitemos el estigma del centro de la ciudad y agradezcamos a gente como el propietario (en verdad copropietario) de este barcito, por darnos un lugar de buen gusto donde se respira paz y tranquilidad. Por cierto, que llegar en la noche es fácil, porque no hay nada de tráfico ni multitudes como en el día.

P.D. Es tan discreto el lugar, que a simple vista no se descubre su existencia. Para que se ubiquen, es el local de vidrios polarizados que está a la izquierda de la entrada del estacionamiento en cuestión. Hay un rotulito que dice empuje. Suerte.