Ya llevo dos años viviendo en Los Angeles y siento que tengo mucho de vivir acá. La verdad, llevo una vida más tranquila aunque menos glamurosa que en El Salvador, más limitada económicamente, pero en definitiva, menos tensionante que en mi país ¿por qué se preguntarán?
Porque acá a nadie le importa que yo sea gay. Siempre ocurre que cuando me preguntan mi edad y estado civil, estos datos no coinciden con el promedio de hombres de mi edad y todos caen a la cuenta que soy gay. Fin del cuestionamiento.
Me acuerdo que las mismas preguntas me hacían en El Salvador, pero la gente solía querer saber más. ¿Por qué no se ha casado? ¿No quiere tener hijos? ¿cómo va a hacer cuando esté viejo? Era la misma preguntadera, en especial de parte de las mujeres que no sé quien les ha dado el permiso de ser casamenteras. Todas se ofrecían a conseguirme novia.
Quizá algunos piensen que no es la gran cosa, pero en lo personal, nunca me ha gustado estar dando detalles de mi vida a desconocidos y especialmente cuando sé que en el fondo saben lo que soy, pero quieren saberlo de mis labios para satisfacer su morbo.
Y todo lo anterior no me importaría si El Salvador fuera un país tolerante, pero todo lo contrario, uno no puede andar por ahí contándole a todo el que nos pregunte, que somos gay. La sociedad salvadoreña es increiblemente intolerante y discriminatoria. Alrededor de los gays se levantan muros que los aislan del resto.
Y por eso me dan risa algunos de los articulistas homofóbicos que escriben en El Diario de Hoy, cuando dicen que en el país no se discrimina a los homosexuales. Me acuerdo que cuando el gobierno prohibió la discriminación en las oficinas públicas, muchos se rasgaron las vestiduras y dijeron que era algo innecesario porque los gays andan por ahí contentos sin nadie que los odie.
Pero nadie sabe mejor que eso es una gran mentira que los mismos homosexuales. Aquellos que dicen que en el país no existe la discriminación son los mismos que se encargan de ponerle cachos y cola a la comunidad gay.
Pastores cristianos y articulistas rabiosos siguen propagando que la homosexualidad es una aberración, que es una desviación, que es antinatura, etc., pese a que la evidencia científica dice que se trata de una preferencia de sexual. Esta gente sigue atada al pasado de forma terca, es como asegurar que la Tierra es plana en estos tiempos.
Ellos siguen comparando la homosexualidad con la pedofilia, la zoofilia y otras aberraciones sexuales con la única intención de desinformar a la gente, de hacer creer al público que la homosexualidad es mala persé.
Esta gente, dizque profundamente religiosa y temerosa de dios, tiene interés en que la gente siga odiando a los gays, que los conciban como malvados por el solo hecho de existir. No quieren que se ceda nada de simpatía y tolerancia hacia ellos. Están llenos de odio y equidistantes de las enseñanzas de Jesús que ellos tanta alaban.
Por eso digo que ahora vivo tranquilo. De mi trabajo a casa, estudiando para superarme, contándole a mis amigos cercanos lo que soy y sin mayores aspavientos de parte de ellos. Sé que me ven como una persona nada más, no alguien malvado con cachos y cola como ocurre todavía en El Salvador.
Un día mi país será mejor, pero creo que será después de la generación de Regina de Cardenal y de ese grupito hipócrita de articulistas de El Diario de Hoy, que juran que no hay discriminación, mientras ellos mismos continúan propagando el odio y la intolerancia.