lunes, 2 de abril de 2007

Sobre el anticristo. O, qué le importa señor presidente

No soy religioso, gracia a dios. Eso me hace un observador imparcial de los últimos acontecimientos sobre esa secta cristiana, cuyo líder dice ser el verdadero cristo y que arremete contra los cristianos (católicos y evangélicos), en su afán de deslegitimarlos. Para mi está bien claro, no es ningún ser divino, es un hombre más.
Para los cristianos por supuesto, se trata de una herejía andando, sin embargo, sin entrar en valoraciones teológicas, su posición es bien clara. Si dice que él es el verdadero cristo, entonces el cristo histórico es su opuesto, su propio anticristo, él y toda la organización social que se construyó a su alrededor y que hoy se llama cristianismo.
Para los cristianos, el 666 es el símbolo del anticristo. Entonces, este hombre lo retoma para oponerse al cristo tradicional. Es casi como un juego de palabras, una ecuación. Si A es el opuesto de B, entonces B es el opuesto de A. Así de sencillo.
Lo que yo quiero en esta ocasión criticar, es el papel del Estado en el asunto. La constitución establece que el Estado es laico y no se mete en asuntos de fe, porque las creencias y valores morales entran en el ámbito de lo privado, a la libertad de conciencia. Es decir, que el Estado no le puede decir a ninguna persona qué es bueno y qué es malo, qué es moral y qué inmoral. Estos asuntos se resuelven en la intimidad de la mente del ciudadano.
Entonces, cuando el gobierno comienza censurar a un hombre que dice ser cristo, y le prohíbe su ingreso al país bajo el argumento de que éste está en contra de los valores religiosos locales, está entrando en tierra prohibida. No es su competencia. Eso lo puede decir el arzobispo o el hermano Toby, pero no el gobierno.
Y es que es una manía de estos gobiernos conservadores de meterse en asuntos personales con el cuento de que velan por los valores morales. Igual pasa con los matrimonios entre homosexuales. ¿Quién rayos le ha dado el permiso a los homofóbicos de meterse en la cama de los gay de este país y proponer que se prohíban, constitucionalmente, este tipo de uniones?
Lo que me parece es que hay mucha hipocresía en sus discursos. No es que sean ellos almas de dios y que en verdad les preocupe este tipo de cosas, sino que simplemente, están pensando en las próximas elecciones y deben de mostrar una imagen de pulcros defensores de las buenas costumbres (aún cuando entre ellos existan muchos hombres y mujeres homosexuales), para atraer el voto de los ciudadanos.
Esta es una trampa en la que han caído hasta diputados de izquierda, de quienes se esperaría que analizaran mejor la situación a la luz del Estado laico, en el que supuestamente vivimos. Qué ignorancia sobre nuestro sistema dio aquella diputada del Frente, que Biblia en mano, dijo oponerse a esta secta cristiana. Reveló así que desconoce las bases del Estado moderno que se despojó de la influencia de la iglesia hace mucho tiempo. Debería de repasar la materia de historia y leer sobre la revolución Francesa.
El sistema laico deja bien establecidos los límites entre lo permitido y lo no permitido. Es permitido que los miembros de esta secta se tatúen el 666 en donde mejor les parezca y que puedan creer en que su líder es la reencarnación de dios. Lo que no permite, es que para expresar sus opiniones utilicen métodos violentos o la destrucción de bienes materiales ajenos.
En otras palabras, el sistema laico nos garantiza como ciudadanos que pensemos y expresemos libremente nuestras creencias, siempre y cuando no dañemos a nadie. Si el Estado comienza a establecer qué es bueno y qué es malo, entonces, estamos retrocediendo en el tiempo a la edad media, cuando se quemaban a brujas y herejes en nombre de la fe católica. O estaríamos en un estado religioso, como los musulmanes, en donde la “sharia” dicta las pautas de comportamiento social, desde la forma de vestir en las mujeres, hasta el tamaño de la barba en los hombres.

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