Había pensado desde hace días escribir sobre la homofobia, pero no encontraba una posición que me diferenciara del punto de vista de muchos homosexuales que no reparan en el concepto y comienzan a arremeter con el hígado. Igual que los homofóbicos.
Un día hice unos análisis mentales mientras me ejercitaba en el gimnasio y de pronto sentí una iluminación, lo cual me llenó de satisfacción. Pero después de realizar algunas consultas por internet, resultó que simplemente estaba inventando la rueda. Mucho antes de mí, a varias personas no les cuadraba el término de homofobia y ya la habían cuestionado. Pero en fin, para que conozcan mis aportes sobre esta rueda, ahora les cuento mis reflexiones.
Me remití al término griego de fobia, que es traducido o interpretado en español como un temor irracional a algo, y de ahí se derivan muchos otros conceptos como androfobia, hidrofobia, claustrofobia, acrofobia, etc., y otros que no se encuentran dentro del diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) como son aracnofobia y ofidofobia. Todos son definidos como temores irracionales.
Y eso fue lo que me llevó a las reflexiones antes mencionadas. Me dije, si la fobia es un miedo irracional a algo, la homofobia no podría ser irracional, pues este padecimiento (la fobia), causa en las personas comportamientos que rayan con la locura, y la mayoría de homofóbicos no son locos, sino muy lúcidos.
Tengo una tía que le teme a las serpientes. Pero no sólo a las reales, sino a las fotografías, videos y hasta dibujos de ellas. Incluso juguetes. Un día chilló como loca cuando mi primo llevó una culebra artesanal, hecha de trocitos de madera. Parecía en verdad, enloquecida.
Para mí eso es una fobia. Su comportamiento era irracional, pues algo inanimado no le podría causar daño alguno.
Así que siguiendo el tema de la homofobia, me parecía que las personas que se declaran homofóbicas (aquí la primera diferencia) no tienen este comportamiento extraño. Por lo tanto su rechazo hacia la homosexualidad no tiene que ver con la psiquis, sino con aspectos culturales aprendidos durante su vida.
Me di cuenta de que la homofobia no es ningún padecimiento (como el de mi tía que se paraliza ante las caricaturas), sino una forma de pensar y de ver la vida, por lo tanto, la definición de fobia no estaba bien aplicada.
Eso me llevó a meditar que la homofobia era muy parecida a la filiación ideológica de las personas, con ideas inculcadas desde niño, aprendidas durante la vida, o simplemente, una disidencia de la forma de pensar de los demás. Quizá ese término se acerque más al concepto: “homodisidente”.
Los homofóbicos nunca sufrirán una taquicardia, sudarán ni se paralizarán enfrente de un homosexual, tal como la fobia nos sugiere, sino al contrario, arremeterá verbalmente y en el peor de los casos, utilizará la violencia física para demostrar su rechazo a esta forma de vivir.
Entonces, un homofóbico no es ninguna víctima de algún padecimiento mental, sino, que es un activista peligroso, ideológicamente enceguecido por una cultura intolerante, que invoca la teología cristiana para justificar sus acciones, que pretende con ella demostrar sus arrebatos de ira y hasta de sus asesinatos.
La homofobia, si la vemos de esta forma, debería ser rechazada por la sociedad, tal como se rechaza en la actualidad a los grupos radicales de izquierda, a la derecha extremista, a los grupos neonazis, a los religiosos fundamentalistas como los talibanes y toda forma de pensar extremista que vea como enemigos a extinguir, cualquier forma distinta de pensar y de vivir entre los hombres.
La homofobia no es ningún padecimiento, sino, una aberración social.
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