Uno se pregunta ¿cómo ha sido que los homosexuales en El Salvador aparecen de la nada exigiendo casarse? Y la respuesta es bien sencilla: nunca lo han hecho. Entonces, ¿cómo se inició esta controversia que mantiene en pugna a los partidos políticos, las iglesias cristianas y la minúscula e indefensa comunidad gay en El Salvador? ¿Por qué se quiere modificar la Constitución de la República?
Bueno, el tema de los matrimonios de parejas del mismo sexo tiene ya varios años en muchos países del mundo. Algunos han reconocido legalmente estas uniones. En El Salvador, estas noticias siempre fueron vistas como hechos muy improbables que ocurrieran, no así para la señora Regina de Cardenal, de la asociación Sí a la Vida, institución que está en contra de todo tipo de aborto. La preocupación de ella contrasta con la opinión de los salvadoreños sobre estos temas: era como preocuparse de lo que ocurriera en Afganistán.
Pero el tema pronto fue retomado por el señor Rodolfo Parker allá por 2006, cuando recién había logrado controlar al Partido Demócrata Cristiano, institución política en franca decadencia que en los años anteriores había tenido agrias luchas de poder y que provocaron la salida de algunos de sus miembros quienes fundaron sus propios partidos que luego se esfumaron.
En las elecciones presidenciales de 2004, todos los partidos pequeños desaparecieron y se observaba desde entonces, que la tendencia de El Salvador era hacia el bipartidismo, con dos instituciones principales que se turnarían el gobierno: ARENA y FMLN. Los otros partidos estaban condenados a la desaparición, según la ley electoral. Sabemos que aún existen por decreto legislativo y por un confuso fallo de la Corte Suprema de Justicia.
Desde entonces, el fantasma de la desaparición de hecho (por no tener adeptos) rodea a estos partidos, pues en cada elección presidencial nunca obtienen representatividad. En estos años recientes ya se observaba que la controversia ideológica no sería más un buen tema de campaña para el futuro pues era una realidad que el FMLN ganaría las elecciones alguna vez y con ello se agotaría ese tipo de confrontación que había permitido a la derecha mantenerse en el poder. El último gran fantasma conjurado por la derecha fue Schafik Hándal.
Fue en este contexto de agotamiento ideológico que el señor Parker se idea una nueva fuente de polémica para ganar adeptos: la moralidad, y apunta su estrategia hacia la población cristiana de El Salvador, presentando aquellos temas que a los salvadoreños en su mayoría rechaza por considerarlos tabúes o inmorales, como es el aborto y la homosexualidad. E inicia su cruzada moral.
Además, están los antecedentes de que la fe siempre ha sido un buen negocio para los pastores evangélicos que de pronto están construyendo grandes iglesias, centros de estudios teológicos y escuelas con el dinero de sus feligreses. Llevarlos a posiciones políticas mediante un discurso moralista era más fácil que quitarle el dulce a un niño.
En cuanto a la comunidad homosexual del país, ésta siempre ha sido muy pequeña, sin ninguna influencia, sin banderas políticas y muy desorganizada. Jamás esta comunidad ha reclamado nada, excepto la Asociación Entre Amigos, que comenzó a condenar el asesinato de varios travestis en el pasado. Aparte de ello, son pocas las personas que han decidido sufrir la discriminación y el acoso religioso y dar la cara ante la sociedad. Eran en suma,los gays, las víctimas perfectas para políticos inescrupulosos que sólo buscan votos.
Los homosexuales en El Salvador siempre han sido vistos como depravados y son condenados al infierno en vida por las diferentes denominaciones cristianas. Aparte de eso, la sociedad los ha reprobado y su estilo de vida ha sido un tabú por años. La discriminación y violencia física son consideradas aceptables si las víctimas son los gays. Las autoridades y las instituciones públicas del país nunca han considerado a los homosexuales como personas a quienes se les debe de respetar su integridad física y sicológica. En fin, son considerados ciudadanos de tercera.
Ante este contexto de indefensión, el Partido Demócrata Cristiano del señor Parker, inicia un debate sin interlocutor, sin posibilidades de defensa y plantea la amenaza de los matrimonios gays en el país. Para ello se preocupa de aparecer en diferentes medios de comunicación acompañado de pastores cristianos, quienes, alzando la biblia, condenan este estilo de vida. Por el momento, la iglesia católica no había entrado a participar y se mantiene a poca distancia. Lo mismo ocurría con los otros partidos políticos de derecha, que en ese entonces no se han percatado de las ganancias que este tema les podría acarrear.
Estos partidos y la iglesia católica mantienen un discurso de bajo perfil desaprobando las uniones homosexuales como mera respuesta a sus fundamentos ideológicos y morales.
Luego cuando comienza a calentar el ambiente electoras después de las elecciones de 2004, muchos se dan cuenta que habían pasado por alto ese nicho y comienzan a unirse a la cruzada del diputado Parker. No es casual que las marchas de ciudadanos reclamando la prohibición de los matrimonios gays haya sido después del triunfo del FMLN en las elecciones presidenciales: la bandera ideológica se agotó, ahora sigue la bandera moral para 2012.
Ha sido en 2009 que la iglesia católica se ha unido a este movimiento homofóbico y parece llevar la bandera en el tema. Los partidos políticos de derecha por su parte, le han quitado protagonismo al PDC y están haciendo como suya esta campaña, tratando de chantajear al nuevo gobierno a fin de que ratifique la enmienda constitucional, que a todas luces no es necesaria y que al contrario, atenta contra los derechos humanos.
En cuanto a la reforma constitucional, desde mucho antes se había advertido que no era necesaria porque con las actuales leyes de El Salvador, ninguna pareja del mismo sexo puede contraer matrimonio, sin embargo, los grupos homofóbicos hacen creer que es una amenaza a la vuelta de la esquina y que el FMLN es el único culpable.
La comunidad gay del país por su parte, era la menos interesada en las uniones gay. Es más, cuando Parker inició el debate, ni siquiera la sociedad salvadoreña sabía que existiera dicha comunidad. Nadie hasta el momento ha planteado seriamente el reconocimiento legal de las uniones gays y creo que el sentimiento se mantiene. Quizá porque es un tema no nacido desde el interior, sino impuesto por personas ajenas y con intereses bien establecidos.
Sin embargo, a raíz de la controversia iniciada por el diputado Parker, parece que muchos homosexuales han tomado conciencia de sus derechos y han comenzado a organizarse de forma tímida, aún sin reclamar mucho: sólo respeto. No es mucho pero por algo se comienza.
Se esperaría una comunidad más constataría y beligerante, pero no. Los homosexuales salvadoreños van por otra vía: el entretenimiento y los servicios para ellos. En estos últimos años, coincidiendo con la cruzada moralista iniciada por el diputado Parker, los negocios gays han proliferado: bares, discotecas, restaurantes, spas, etc. Nada de organizaciones de choque contra los sectores homofóbicos. Creo que la comunidad entiende que es en vano hacer demostraciones cuando todo el poder económico, social, religioso y político se tiene en contra.
Esto no quita que siempre haya gente organizada que de forma esporádica reaccione ante tanta mentira y difamación. El mejor ejemplo es este blog, que surgió como mera forma de contar banalidades y experiencias personales, pero que luego de leer tanta mentira, cambió su orientación hacia el activismo y la réplica. Hay muchos gays en la actualidad que están aportando sus opiniones y puntos de vista mediante la internet, que ha venido a ser como la imprenta de Guttember para los homosexuales salvadoreños.
Entonces, al final puede observarse que el tema de los matrimonios gays es una conspiración nacida de intereses de sectores políticos de El Salvador y jamás ha sido una bandera de la comunidad homosexual. Que la controversia pretende sustituir al agotado tema ideológico entre la izquierda y derecha salvadoreña para tomar relevancia en las próximas elecciones. Que los gays salvadoreños jamás han pedido casarse y que las leyes actuales ya lo impiden. Que la comunidad gay del país únicamente está reclamando respeto y tolerancia.
Es así que los homosexuales salvadoreños nos encontramos en medio de una conspiración de los sectores políticos y religiosos de derecha del país, cuyo principal objetivo es retomar el control del país, mediante el terrorismo sicológico hacia la población en general, a quien asustan con un tema alejado de la realidad. Un tema que los homosexuales salvadoreños nunca han considerado, porque lo que nos preocupa por el momento es que no nos agredan en la calle ni que nos asesinen. En fin, lo único que queremos es tolerancia y respeto.
El Salvador quizá sea uno de los países más conservadores e intolerantes que existe, por eso surge este blog, que pretende ser la voz de aquellos que siempre han estados excluídos y estigmatizados dentro de esta sociedad.
sábado, 26 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
¿Religioso, político o revoltoso?
Parece que el fanatismo homofóbico del Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, se está desbordando y no hay nadie que le diga que se está pasando de los límites que una sociedad laica le otorga a los religiosos para ejercer su trabajo. Ahora está de estratega político, aconsejando a los partidos cómo doblarle la mano a la izquierda para conseguir la aprobación de la prohibición constitucional de los matrimonios homosexuales en el país.
¿No hay nadie que regañe a un arzobispo? En su reciente homilía sugirió que la derecha en la Asamblea Legislativa debería usar sus votos para los préstamos internacionales y el presupuesto nacional como moneda de cambio a fin de que el FMLN dé sus votos para la reforma constitucional.
Se podría esperar de cualquiera estas “sugerencias”, pero no de un religioso, del líder de la iglesia católica salvadoreña. El está anteponiendo intereses particulares al interés nacional. ¿Qué pasaría si los partidos hacen caso de sus comentarios y entrampan el presupuesto y los préstamos en la Asamblea? ¿Estaría el arzobispo dispuesto en aceptar responsabilidades si los hospitales comienzan a quedar sin medicina, si muere gente por la falta de una cirugía. Que una comunidad quede desprotegida porque no se le pagan salarios a los policías?
Es increíblemente irresponsable la posición de este religioso, que únicamente revela su odio hacia la comunidad homosexual del país y no duda en inventarse fórmulas descabelladas para obtener lo que quiere.
Analizando la historia de nuestro país, la iglesia ha tenido mucha culpa en los problemas sociales en los que hoy no encontramos. Y no es por el hecho de que tengan sus posiciones bien definidas con respecto a la homosexualidad, la planificación familiar, el celibato, etc., sino, por el hecho de inmiscuirse en los asuntos puramente de salud pública y de derechos humanos y tener incidencia en ellos.
La iglesia ha sido capaz de cambiar leyes o visiones de los asuntos relevantes de una sociedad, pero las consecuencias siempre han sido un fracaso, porque nunca la visiones religiosas en un país llevan al progreso, sino al fundamentalismo y al retraso social: habría menos mareros si en los años anteriores hubiese habido una verdadera campaña informativa sobre la planificación familiar, y los métodos estuvieran al alcance de todos. Por supuesto, hablar de sexo es pecado.
Esos muchachos rechazados por sus padres, son lo que ahora nos atormentan. ¿Aceptará monseñor alguna culpa en ello? ¿Qué hace la iglesia al respecto? Nada, no hace nada, sólo aconsejar a los políticos chantajear con el presupuesto nacional al nuevo gobierno y poner en riesgo los planes de combate a la criminalidad, todo porque al arzobispo se le ha metido entre ceja y ceja que la Constitución de la República debe de ajustarse a lo qué él cree es bueno o correcto.
¿No hay nadie que regañe a un arzobispo? En su reciente homilía sugirió que la derecha en la Asamblea Legislativa debería usar sus votos para los préstamos internacionales y el presupuesto nacional como moneda de cambio a fin de que el FMLN dé sus votos para la reforma constitucional.
Se podría esperar de cualquiera estas “sugerencias”, pero no de un religioso, del líder de la iglesia católica salvadoreña. El está anteponiendo intereses particulares al interés nacional. ¿Qué pasaría si los partidos hacen caso de sus comentarios y entrampan el presupuesto y los préstamos en la Asamblea? ¿Estaría el arzobispo dispuesto en aceptar responsabilidades si los hospitales comienzan a quedar sin medicina, si muere gente por la falta de una cirugía. Que una comunidad quede desprotegida porque no se le pagan salarios a los policías?
Es increíblemente irresponsable la posición de este religioso, que únicamente revela su odio hacia la comunidad homosexual del país y no duda en inventarse fórmulas descabelladas para obtener lo que quiere.
Analizando la historia de nuestro país, la iglesia ha tenido mucha culpa en los problemas sociales en los que hoy no encontramos. Y no es por el hecho de que tengan sus posiciones bien definidas con respecto a la homosexualidad, la planificación familiar, el celibato, etc., sino, por el hecho de inmiscuirse en los asuntos puramente de salud pública y de derechos humanos y tener incidencia en ellos.
La iglesia ha sido capaz de cambiar leyes o visiones de los asuntos relevantes de una sociedad, pero las consecuencias siempre han sido un fracaso, porque nunca la visiones religiosas en un país llevan al progreso, sino al fundamentalismo y al retraso social: habría menos mareros si en los años anteriores hubiese habido una verdadera campaña informativa sobre la planificación familiar, y los métodos estuvieran al alcance de todos. Por supuesto, hablar de sexo es pecado.
Esos muchachos rechazados por sus padres, son lo que ahora nos atormentan. ¿Aceptará monseñor alguna culpa en ello? ¿Qué hace la iglesia al respecto? Nada, no hace nada, sólo aconsejar a los políticos chantajear con el presupuesto nacional al nuevo gobierno y poner en riesgo los planes de combate a la criminalidad, todo porque al arzobispo se le ha metido entre ceja y ceja que la Constitución de la República debe de ajustarse a lo qué él cree es bueno o correcto.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Ojalá maten a todos los mareros
Esa es la opinión de la mayoría de salvadoreños cuando se les pregunta acerca de este fenómeno social que desgarra nuestra sociedad, pero el punto de vista puede cambiar después de mirar el documental del fallecido periodista Cristian Poveda, titulado La vida loca, que retrata la existencia de un grupo de pandilleros de la colonia La Campanera de Soyapango, San Salvador.
Pienso que este documento fílmico debería ser obligatorio para todas las autoridades locales y para las diferentes organizaciones sociales, políticas y empresariales nacionales, además, de proyectarse gratuitamente en todos los cines del país.
El documental deja muchas cosas para la reflexión, una de ellas, es que la represión injustificada del Estado (como la Mano Dura de los dos gobiernos anteriores) tiene un efecto contrario al que se desea, y es que las pandillas lejos de diezmarlas, se fortalecen ante un enemigo con mucho poder y recursos como es la policía.
Otro de los descubrimientos aterradores del documental, es que en el fenómeno de las pandillas subyace un substrato ideológico: los jóvenes tienen lavado el cerebro, son fanáticos no distintos a aquellos terroristas dispuestos a colgarse bombas en el cuerpo. Creo que se encuentran en ese límite. No les importa el yo, sino lo que ordena el líder.
Se observa además, que ese grupo vive en un “ghetto”, donde la única opción que les queda es unirse a la pandilla. No existe alternativa, es un mundo horrible sin oportunidades de nada, sin opciones de nada, donde el poder de la familia es muy débil ante la presión de grupo, la presión de los líderes de las pandillas.
Por supuesto, la desintegración familiar es uno de los problemas fundamentales del fenómeno: no se ven padres de familia con hijos pandilleros, sólo sus madres, que marchan como abnegadas Marías detrás del suplicio de Jesús.
Pero aún con este cuadro tan desolador, el documental deja ver alguna esperanza: no todos quieren estar dentro de la pandilla, no todos son violentos, no todos son borregos. Existe la oportunidad de la rehabilitación, sólo se necesita creatividad y ganas genuinas de sacar a este gente del hoyo en el que se encuentran.
A mi juicio, si el gobierno en verdad quiere ayudar a disminuir este fenómeno, debe primero comenzar con la plata. Me acuerdo que cuando el país estaba en guerra, un gran porcentaje del presupuesto nacional se iba para la defensa nacional. Creo que esta es una guerra abierta en la que el Estado debe de dar prioridad a la seguridad nacional.
Se debe de llegar a los lugares y darles oportunidades reales de superación a los pandilleros y por el otro lado, neutralizar a sus líderes, que son los "mulah", los que envenenan a los jóvenes con la ideología de la violencia. Esta gente debe ser apartada.
El trabajo de sicología es decisivo: nunca antes creo, este gremio tuvo tanta importancia en nuestra sociedad como ahora: deben de cambiar mentalidades, de reprogramar cerebros. Muchos jóvenes sólo quieren que los escuchen y una alternativa para desarrollarse. Y como sostuve en mi opinión anterior, la creación de correccionales, con disciplina militar para los jóvenes menores rebeldes.
Creo que el mérito de Cristian Poveda con su documental, es que nos abre los ojos, porque la mayoría de salvadoreños hemos estado vendados por el odio, encerrados en la seguridad de nuestras amuralladas casas, y nos dice que este problema nunca se resolverá si no lo vemos, si no lo entendemos, si no nos ponemos en los zapatos de esta gente, de estos jóvenes que tuvieron la desgracia de nacer en esos “ghettos”, donde la vida no te promete nada, donde la única forma de entenderla es viviéndola de forma loca.
Pienso que este documento fílmico debería ser obligatorio para todas las autoridades locales y para las diferentes organizaciones sociales, políticas y empresariales nacionales, además, de proyectarse gratuitamente en todos los cines del país.
El documental deja muchas cosas para la reflexión, una de ellas, es que la represión injustificada del Estado (como la Mano Dura de los dos gobiernos anteriores) tiene un efecto contrario al que se desea, y es que las pandillas lejos de diezmarlas, se fortalecen ante un enemigo con mucho poder y recursos como es la policía.
Otro de los descubrimientos aterradores del documental, es que en el fenómeno de las pandillas subyace un substrato ideológico: los jóvenes tienen lavado el cerebro, son fanáticos no distintos a aquellos terroristas dispuestos a colgarse bombas en el cuerpo. Creo que se encuentran en ese límite. No les importa el yo, sino lo que ordena el líder.
Se observa además, que ese grupo vive en un “ghetto”, donde la única opción que les queda es unirse a la pandilla. No existe alternativa, es un mundo horrible sin oportunidades de nada, sin opciones de nada, donde el poder de la familia es muy débil ante la presión de grupo, la presión de los líderes de las pandillas.
Por supuesto, la desintegración familiar es uno de los problemas fundamentales del fenómeno: no se ven padres de familia con hijos pandilleros, sólo sus madres, que marchan como abnegadas Marías detrás del suplicio de Jesús.
Pero aún con este cuadro tan desolador, el documental deja ver alguna esperanza: no todos quieren estar dentro de la pandilla, no todos son violentos, no todos son borregos. Existe la oportunidad de la rehabilitación, sólo se necesita creatividad y ganas genuinas de sacar a este gente del hoyo en el que se encuentran.
A mi juicio, si el gobierno en verdad quiere ayudar a disminuir este fenómeno, debe primero comenzar con la plata. Me acuerdo que cuando el país estaba en guerra, un gran porcentaje del presupuesto nacional se iba para la defensa nacional. Creo que esta es una guerra abierta en la que el Estado debe de dar prioridad a la seguridad nacional.
Se debe de llegar a los lugares y darles oportunidades reales de superación a los pandilleros y por el otro lado, neutralizar a sus líderes, que son los "mulah", los que envenenan a los jóvenes con la ideología de la violencia. Esta gente debe ser apartada.
El trabajo de sicología es decisivo: nunca antes creo, este gremio tuvo tanta importancia en nuestra sociedad como ahora: deben de cambiar mentalidades, de reprogramar cerebros. Muchos jóvenes sólo quieren que los escuchen y una alternativa para desarrollarse. Y como sostuve en mi opinión anterior, la creación de correccionales, con disciplina militar para los jóvenes menores rebeldes.
Creo que el mérito de Cristian Poveda con su documental, es que nos abre los ojos, porque la mayoría de salvadoreños hemos estado vendados por el odio, encerrados en la seguridad de nuestras amuralladas casas, y nos dice que este problema nunca se resolverá si no lo vemos, si no lo entendemos, si no nos ponemos en los zapatos de esta gente, de estos jóvenes que tuvieron la desgracia de nacer en esos “ghettos”, donde la vida no te promete nada, donde la única forma de entenderla es viviéndola de forma loca.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Lo que los mareros necesitan es un tata
Las pandillas juveniles o maras, son un problema que al parecer, se ha salido del control de las autoridades desde hace años. Ningún gobierno ha podido dar con la solución, porque a mi juicio, nunca se ha atinado en explicar su origen. Pienso que si ahora estamos en estas tribulaciones, la culpa la han tenido los pasados gobiernos, ellos son los responsables.
En los gobiernos de Cristiani y Calderón Sol, nunca se dimensionó sobre la capacidad de estos grupos de aterrorizar, de someter a la sociedad a la zozobra. Estos gobiernos fueron pasivos y permisivos. Los otros dos gobiernos, también erraron en sus estrategias de seguridad pública y cedieron al populismo irresponsable con leyes represivas que ahora sabemos, no funcionaron para nada.
La constante en estos años anteriores, ha sido la falta de enfoque. Si no se entiende bien cuál es el origen del problema, nunca se podrá combatir de forma efectiva. La izquierda salvadoreña siempre ha tenido su propia hipótesis: la pobreza y falta de oportunidades. Falso.
Ojalá el gobierno del presidente Funes no se guíe sobre estas premisas para combatir las maras. Sabemos que la izquierda siempre ha tenido una forma particular de enfocar los problemas sociales, que en la vida real no funciona, porque tienen elementos populistas y revanchistas. Eso lo estamos viendo ahora con la oposición a la construcción de la represa de El Chaparral. Las críticas no son realistas, no tienen visión a largo plazo.
Sobre las maras, la pobreza no explica el fenómeno, porque antes de la guerra, el país era pobre y no existían estos grupos. Tampoco había las oportunidades que ahora se señalan y sin embargo, no habían maras. ¿Entonces, qué es lo diferente antes de la guerra y después de la guerra que propiciaron el aparecimiento de estos terroristas sociales?
Los viejitos dicen que antes te cortaban la mano si robabas. No creo que la represión sea la respuesta como mucha gente cree y de esta forma reclamar leyes más duras. Ya Francisco Flores y Antonio Saca lo hicieron y no funcionó. Entonces, tampoco la falta de represión explica el fenómeno.
La diferencia entre antes y después, es la unidad de la familia, pero en última instancia, es la disciplina. No es casualidad que la mayoría de mareros sólo tienen mamá y no padres. Los progenitores han muerto, se han ido del país o simplemente, como es usual en este país, nunca se hicieron responsables de sus desenfrenos sexuales. El machismo tiene mucha culpa.
Es la ausencia de esa figura de autoridad la que provoca que los menores vean a los mareros mayores como modelos alternativos, que los vean como héroes y que quieran ser como ellos. Los niños siempre tienen sus héroes a su edad y son papá y mamá, pero cuando se entra en la pubertad, la figura masculina es indispensable para formar el carácter. O por lo menos, una figura de respeto.
Es la ausencia de ese algo a qué temerle y respetar es lo que provoca que los menores se agrupen y sigan a un líder. Esa pequeña observación, reparo o singularidad del fenómeno, es que los gobiernos anteriores han ignorado o pasado por algo, ya sea por descuido o por falta de creatividad de cómo solventarlo.
Si se quitara del problema tanta teoría seudosocial, como pobreza y falta de oportunidades o leyes más duras, creo que se iría aterrizando en la solución: disciplina. Sí señores, es la falta de disciplina lo que ha producido este fenómeno, los menores no tienen nociones de qué es respeto, qué es responsabilidad, o por lo menos, tienen esos sentimientos hacia figuras equivocadas, que les enseñarán cómo ser leal al grupo, matando al vecino, defendiendo el barrio.
El Estado en la actualidad tiene la capacidad instalada para comenzar a aplicar la nueva política de seguridad nacional: los cuarteles. Sí señores, es la disciplina militar que estos rebeldes necesitan. Toda madre que esté sola (como decía Saca) y sienta que no puede educar a su hijo menor, debería tener la oportunidad de enviarlo al reformatorio, donde se le quebrará la rebeldía y se le enseñarán disciplina y obediencia. Sí, algo así como el experimento de Pavlov.
Esos mareros que hoy tienen 17 años, hace cinco tenía 12. Si a esa edad se les hubiese sacado de ese ambiente y disciplinado, creo que ahora serían buenos hijos y buenos estudiantes, no asesinos.
Ahora pienso que el principal problema del país es la seguridad pública y no la pobreza o el desempleo. A la gente le gusta mirar plata en sus manos en poco tiempo y presionan al gobierno en ese sentido, pero a largo plazo, la tranquilidad ciudadana sienta las posibilidades de mayor inversión y la creación de nuevos negocios.
Por eso, el presidente Funes debe tener la visión de comenzar a combatir de forma efectiva este problema, que creo, es la madre de todos los problemas en El Salvador.
En los gobiernos de Cristiani y Calderón Sol, nunca se dimensionó sobre la capacidad de estos grupos de aterrorizar, de someter a la sociedad a la zozobra. Estos gobiernos fueron pasivos y permisivos. Los otros dos gobiernos, también erraron en sus estrategias de seguridad pública y cedieron al populismo irresponsable con leyes represivas que ahora sabemos, no funcionaron para nada.
La constante en estos años anteriores, ha sido la falta de enfoque. Si no se entiende bien cuál es el origen del problema, nunca se podrá combatir de forma efectiva. La izquierda salvadoreña siempre ha tenido su propia hipótesis: la pobreza y falta de oportunidades. Falso.
Ojalá el gobierno del presidente Funes no se guíe sobre estas premisas para combatir las maras. Sabemos que la izquierda siempre ha tenido una forma particular de enfocar los problemas sociales, que en la vida real no funciona, porque tienen elementos populistas y revanchistas. Eso lo estamos viendo ahora con la oposición a la construcción de la represa de El Chaparral. Las críticas no son realistas, no tienen visión a largo plazo.
Sobre las maras, la pobreza no explica el fenómeno, porque antes de la guerra, el país era pobre y no existían estos grupos. Tampoco había las oportunidades que ahora se señalan y sin embargo, no habían maras. ¿Entonces, qué es lo diferente antes de la guerra y después de la guerra que propiciaron el aparecimiento de estos terroristas sociales?
Los viejitos dicen que antes te cortaban la mano si robabas. No creo que la represión sea la respuesta como mucha gente cree y de esta forma reclamar leyes más duras. Ya Francisco Flores y Antonio Saca lo hicieron y no funcionó. Entonces, tampoco la falta de represión explica el fenómeno.
La diferencia entre antes y después, es la unidad de la familia, pero en última instancia, es la disciplina. No es casualidad que la mayoría de mareros sólo tienen mamá y no padres. Los progenitores han muerto, se han ido del país o simplemente, como es usual en este país, nunca se hicieron responsables de sus desenfrenos sexuales. El machismo tiene mucha culpa.
Es la ausencia de esa figura de autoridad la que provoca que los menores vean a los mareros mayores como modelos alternativos, que los vean como héroes y que quieran ser como ellos. Los niños siempre tienen sus héroes a su edad y son papá y mamá, pero cuando se entra en la pubertad, la figura masculina es indispensable para formar el carácter. O por lo menos, una figura de respeto.
Es la ausencia de ese algo a qué temerle y respetar es lo que provoca que los menores se agrupen y sigan a un líder. Esa pequeña observación, reparo o singularidad del fenómeno, es que los gobiernos anteriores han ignorado o pasado por algo, ya sea por descuido o por falta de creatividad de cómo solventarlo.
Si se quitara del problema tanta teoría seudosocial, como pobreza y falta de oportunidades o leyes más duras, creo que se iría aterrizando en la solución: disciplina. Sí señores, es la falta de disciplina lo que ha producido este fenómeno, los menores no tienen nociones de qué es respeto, qué es responsabilidad, o por lo menos, tienen esos sentimientos hacia figuras equivocadas, que les enseñarán cómo ser leal al grupo, matando al vecino, defendiendo el barrio.
El Estado en la actualidad tiene la capacidad instalada para comenzar a aplicar la nueva política de seguridad nacional: los cuarteles. Sí señores, es la disciplina militar que estos rebeldes necesitan. Toda madre que esté sola (como decía Saca) y sienta que no puede educar a su hijo menor, debería tener la oportunidad de enviarlo al reformatorio, donde se le quebrará la rebeldía y se le enseñarán disciplina y obediencia. Sí, algo así como el experimento de Pavlov.
Esos mareros que hoy tienen 17 años, hace cinco tenía 12. Si a esa edad se les hubiese sacado de ese ambiente y disciplinado, creo que ahora serían buenos hijos y buenos estudiantes, no asesinos.
Ahora pienso que el principal problema del país es la seguridad pública y no la pobreza o el desempleo. A la gente le gusta mirar plata en sus manos en poco tiempo y presionan al gobierno en ese sentido, pero a largo plazo, la tranquilidad ciudadana sienta las posibilidades de mayor inversión y la creación de nuevos negocios.
Por eso, el presidente Funes debe tener la visión de comenzar a combatir de forma efectiva este problema, que creo, es la madre de todos los problemas en El Salvador.
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