Esta frasecita siempre me da risa. No sé si la siguen utilizando las nuevas generaciones. Se refiere a la acción de andar consiguiendo sexo y cuando alguien lo observamos que está descaradamente en eso, se dice: “Esa sí que es la viva consiga”. O si en tal lugar nos encontramos un montón de gay, como en Metro, en esas tareas, decimos: “Ayer metro era la viva consiga”.
Pero en fin. La cuestión que antes de que existieran los teléfonos celulares y la internet, hacer estos tipos de contactos era bastante difícil, así que habían lugares específicos, como cines, barcitos medio rosados y algunos baños saunas para conseguirse un levante.
Lo primero era llegar, especialmente a los cines. Recuerdo de algunos que el instinto era más fuerte que la figura pública, que llegaban con gorras y anteojos oscuros y muy arropados para no ser reconocidos.
El más famoso era el Darío, que tenía un gran lobby y divanes para sentarse. Ahí se formaba el loquerío. Nadie era anónimo, las locas miraban al que entraba y si les gustaba pues comenzaban a trabajar. Había gay tan fieles, que se decía que tenían sus butacas apartadas con sus nombres grabados.
Aparte de eso, es que se reconocían los grupos entre ellos. Estaban las del Darío, las del Metro, las del Universal y las del Izalco, éstos dos últimos cines eran lo peor.
Así se conocía gente, pero los cines eran lugares de muy mala reputación, pues lo peor de la ciudad se iba a meter ahí, las locas más reventadas andaban de arriba para abajo hablando entre ellas y te sacaban de onda por colorientas.
Así que otro lugar, por supuesto, siempre ha sido Metrocentro, especialmente el antiguo Ranchón que estaba donde ahora está Carrión. Los viernes por la noche era la mejor ocasión pues llegaba mucha gente. Las locas, obviamente, escogían la hilera de mesas que daba al parqueo. Allí se podía ver quien llegaba en carro y quien en bus.
Luego, estaban los bares rosados, es decir, que no eran declaradamente homosexuales, pero cuando uno entraba, se encontraba a muchos amigos. El más famoso que recuerde era Los entremeses de Federico. Se llenaba a reventar. Estaba a un lado de las clínicas médicas, a un costado del hospital de niños.
Es de hacer notar, que en esa época no existían los bares gay como ahora. El chiste era ir a ese lugar donde se entremezclaban cuadrados con gay (aunque en el fondo creo que todas eran locas), y flirtear con algún desconocido.
En el centro existían varios bares rosados: el Bandolero y La Pachanga Latina, creo que así se llamaban pues con frecuencia les cambiaban el nombre. Lo malo es que aquí entraba de todo, gracias a dios que no existían las pandillas. La gente de entrada era honrada, aunque sucia y vulgar.
Y por último, la única discoteca gay del momento: Oráculos, donde cada fin de semana iba a dejar mi salario y bailaba sin inhibiciones con mis amigos. Ah, qué tiempos. Otro día hablaré de esa discoteca, alguien debería de rescatar su historia.
Así se conocía gente antes. Ahora pues creo que todo es muy frío. Los contactos se hacen por internet y cuando te encontrás con el fulano, pues resulta que no te gusta porque es gordo, es más loca que vos, la apesta la boca, los dientes los tiene podridos, etc. etc. Antes no, lo tenías todo enfrente.
Ahora se puede decir que la viva consiga está en la internet.
3 comentarios:
interesante articulo , un poco retro para mi , pero interesante siempre , lastima que no lo firmastes ,pero igual esta interesante , bye .
interesante articilo porque la verdad cuantos no hemos tenido ese tipo de consigas
Se te olvido mencionar Olimpo...
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