En los últimos años hemos sido testigos de los escándalos sexuales dentro de la iglesia católica que ha logrado detener, al menos en Estados Unidos, pagando millones de dólares a las víctimas de los curas abusadores, sin embargo, la iglesia sigue guardando silencio sobre los involucrados y luego de un tiempo, parece que nadie se acuerda más.
Lo curioso es que de estos escándalos, lo que se destaca siempre ha sido el lado legal y se ha dejado en el olvido lo que teológicamente es más importante: la doctrina y la moral cristiana. La posición de la iglesia frente a la homosexualidad es tajante e intransigente: es pecado y ningún maricón entrará al reino de los cielos.
Por eso es que es sospechoso el silencio que se guarda con respecto a los curas abusadores.
Resulta que los curas pederastas, sus acciones no parecen ser tan graves para la curia. Nunca he escuchado de sacerdotes excomulgados y expulsados de la fe católica por la cadena de pecados y traiciones que han ocasionado al seno de la iglesia.
En primer lugar, son homosexuales. Para la iglesia, el sólo hecho de presentar esta preferencia es una situación censurable. Luego, han pecado, porque el “abuso” que se les achaca, a calzón quitado significa relación sexual con otro hombre. Y por último, han traicionado a la misma iglesia con sus actos inmorales.
Estas son causas suficientes para que la iglesia los expulse y excomulgue, sin embargo, qué hace: esconde a los abusadores del público y acusa a las invisibles influencias de Satanás de haberlos empujado a cometer semejantes aberraciones.
Es decir, la iglesia tiene un doble estándar para calificar a la homosexualidad: si sos un gay común y corriente, las puertas del infierno están abiertas esperando por vos. Pero si sos un cura gay, habrá entonces que exorcizar a Satanás de tu cuerpo.
Así las cosas mis amigos.
P.D. Por cierto nunca he visto a la señora que ustedes ya saben, criticar con vehemencia estas cosas que ocurren en la iglesia. Quizá, porque ella misma sabe que ser cura y maricón no es la gran cosa.
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