Ayer se celebró el Día Internacional en contra de la Homofobia fecha que coincide cuando se sacó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. La homofobia no es el simple miedo a los gays, sino que incluye un elemento de violencia, intolerancia, difamación y por supuesto, los crímenes de odio.
Los asesinatos de homosexuales parece ser un problema de otros países, ya que en El Salvador casi nunca se tienen noticias sobre ello. ¿Será así la cosa? ¿Acá nadie mata gays? Parece contradictorio cuando vemos que la campaña en contra la comunidad gay es constante, con políticos y figuras públicas que tienen posiciones antigay y no sólo eso, mantienen un discurso discriminativo que bien podría ser malinterpretado por algún fanático.
Bueno, que no se vean noticias sobre el asesinato de homosexuales en el país no significa que no ocurran. Lo que sucede es que hasta el momento las autoridades nunca han calificado ningún caso como crimen de odio. Todos pasan por delincuencia común o rencillas personales.
Cuando fui reportero de un periódico hace ya varios años, recuerdo de varios asesinatos de homosexuales que yo conocía, más de alguno era mi amigo. Las autoridades nunca consideraron el móvil de orientación sexual como una pista para resolverlos, quizá porque en esos tiempos el tabú era peor que ahora y porque las familias hasta entonces se enteraban que su pariente era homosexual y preferían la discresionalidad.
No recuerdo de algún caso resuelto, sólo el de un médico que fue asesinado dentro de un motel. El asesino no pudo escapar y fue capturado en flagrancia. De los otros casos no se me viene a la memoria que haya sido resuelto. Al contrario, hubo uno en donde la investigación se distorsionó por completo al grado que quien fue a parar a la cárcel fue un amigo del fallecido, el que prefirió el encierro antes de revelar su homosexualidad.
Recuerdo que todos los casos guardaban similitudes: las víctimas eran profesionales jóvenes o maduros. Vivían solos o con amigos gay. El primer móvil del crimen era el robo, pero era obvio que los criminales habían estudiado bien la vulnerabilidad de estos profesionales gay a quienes con facilidad se podían aislar para robarles y asesinarles sin que nadie se enterara.
Otra característica era que desaparecían un fin de semana y eran encontrados muertos lunes o martes, ya sea dentro de su mismas casas o en los baúles de sus vehículos, los que siempre eran abandonados en la ciudad. Los asesinos tenían el fin de semana para vaciar las cuentas y usar las tarjetas de crédito.
La muerte casi siempre era cruel y el propósito (creo yo) era sacar la información personal de la víctima. Los cuerpos por lo general habían sido asfixiados, estrangulados o apuñalados. La razón era no hacer ruido. Los vecinos de las víctimas siempre decían que no habían escuchado nada.
En la actualidad aún veo que existen asesinatos que guardan estas características, pero creo que las autoridades aún no indagan sobre el móvil de género para investigarlos. Y creo también que muchos de los asesinos de antes aún andan en la calles buscando más víctimas gays.
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