viernes, 4 de mayo de 2007

De visita al sicólogo

El tercer año de bachillerato fue todo un cambio de época para mí. Se desarrollaba al interior mío la más decisiva batalla entre aceptarme como gay o negarlo neciamente y vivir una mentira.
Durante los tres años anteriores siempre había tenido novia, pero a la vez había tenido relaciones sexuales con hombres, ya contaba con un par de amigos homosexuales con los que salía a la discoteca Oráculos (un día hablaré de ella), y visitaba lugares gay, como cines, la misma disco, bares, etc.
Ese último año en el colegio llegó una compañera muy linda, cuyo nombre no recuerdo, y que era mi amiga y me coqueteaba de forma descarada. Todos me envidiaban porque era la más bonita del lugar. Me gustaba su figura y nunca puse resistencia a sus acercamientos eróticos, pero mi conciencia no me dejaba en paz, pues sabía que en realidad nunca llegaríamos a nada, pues no me excitaba sexualmente.
Llegó una mañana una maestra al aula y comenzó a decirnos que el colegio había contratado los servicios de un psicólogo para que nos atendiera en nuestros problemas y nos dio una tarjeta con su dirección. Tenía su clínica en Ciudad Delgado.
Un sábado me decidí y fui con él. Entré a su consultorio y tal como en las películas, me hizo recostar en un canapé. Le confesé que creía que era homosexual, pero era algo que no quería aceptar, que lo rechazaba, que quería ser hombre.
Para mi decepción, él no vertió ninguna opinión y simplemente se ajustó a lo que yo deseaba. Le conté sobre mi compañera que era muy linda y que me coqueteaba. Le dije además que estaba a punto de contarle a ella que yo era gay para terminar con su asedio, pero él me advirtió que no lo hiciera y que mejor tratara de acercarme a ella y tener una relación sexual.
Yo me sentí muy decepcionado, pues en realidad quería que él me diera una receta, la cura a mi problema y sin embargo me estaba mandando a hacer algo que no quería. Al final me lanzó el reto: la próxima vez que vengás a mi clínica, me vas a contar que tuviste una relación sexual con ella.
Jamás regresé.
Por algún tiempo lo tildé de ser un profesional mediocre, pues no había resuelto mi problema. Ahora lo entiendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que pasa es que mayoría de nuestros psiquiatras son freudianos, y por ello creen que todos los problemas se resumen en el sexo. Creo que efectivamente es un buen componente, pero hay mucho más: la soledad de un niño, la falta de cuidado y dirección adecuada, la información oportuna, incluso una explicación razonable del crecimiento corporal, los dogmas religiosos, etc.. Mchos de nosotros somos huérfanoos de amor filial y por otra parte, reprimidos respecto del deseo corporal: el resultado es la búsqueda del cariño en un ser con el cual no se mancilla la virtud femenina, un hombre que da seguridad y con el cual no daño a un ser teóricamente más vulnerable y digno de sumo respeto como la mujer. Ese es mi caso personal, el cual comparto para ver si le sirve a otro...

juancalsa dijo...

He leido tu relato y me parece que a todos nos ha susedido en la vida
Espero que en la actualidad ya estes definido
Ser Gay no es ninguna enfermedad, claro, sabiendolo llevar
No drogas, no prostitución
Ser alguien en tu vida y ello te llevará por buen camino
Un amigo de Oraculos