Ah los mariconcitos, están en todas partes, tanto que forman parte del paisaje nacional ¿No es justo que se les incluya en la Oración a la Bandera? No hay barrio ni colonia que no tenga su mariconcito que sea muy popular entre los residentes al grado de perdonarle su “desviación”.
Citando a doña Teresa Guevara de López en su columna de opinión en El Diario de Hoy, los mariquitas “se desenvuelven en salones de belleza, casas de masaje y spa, boutiques, joyerías, distribuidoras de cosméticos y ropa, grupos de danza, restaurantes y en todos lados.”
Y se pregunta, si en verdad existe la discriminación contra los homosexuales en el país. Obviamente, en su mundo no existe tal discriminación y por lo mismo critica que el presidente Funes haya firmado un decreto donde se prohíbe la discriminación de los gays en las esferas gubernamentales. Eso es quemar pólvora en zopes para ella.
En el mundo de esta columnista sólo existen los mariconcitos escandalosos, pintarrajeados, calzados de tacones y vestidos con pantalones apretados. Y ella los ve haciendo las tareas ya antes citadas. ¡Son libres! ¿Cómo que son discriminados?
La señora Guevara cómo va a discriminar a quien le hace el peinado y el manicure. Si hasta se ríe con ellos, platican sobre las telenovelas, comentan de algunos amoríos secretos, critican a la fulanita y el tema preferido: lo ingrato que son los hombres. En qué cabeza cabe, si ella hasta saluda de cachetito a su costurero.
Pero veamos, doña Teresa sale del salón de belleza y se dirige a una reunión de maestros donde se encuentra que algunos profesores parecen “muy finos” y es obvio que son gays (no mariconcitos, pues estos no andan pintarrajeados y socados los pantalones). Quizá Doña Teresa crea que no deberían de estar dando clases a niños y mejor que busquen trabajo como peluqueros.
De camino a casa ve a dos jóvenes guapos y bien vestidos que caminan muy junto y de pronto, brevemente, se aprietan las manos. Ella se ruboriza y piensa que es un descaro que dos gays, que no lo parecen, hagan semejante espectáculo en la vía pública.
Al llegar a su casa, mira al vecino en la calle, de quien todo mundo rumora que es gay, aunque no lo parece, que entra a casa junto con otro hombre bastante afeminado y piensa que quizá éste no debería vivir en su mismo vecindario.
Ya dentro de su hogar, ¡sorpresa!! Sus amigos le sorprenden con una fiesta, pues hoy en su cumpleaños, pero ha llegado su sobrino, que de paso es maquillista y ella piensa que mejor no hubiera llegado, pues siempre se jactó en el pasado que en la familia nunca hubo un maricón y, aunque su sobrino no se ha declarado, es muy obvio.
Y así doña Teresa se da cuenta que en verdad ella es bastante miope, pues siempre pensó que los homosexuales por definición son mariconcitos escandalosos y pintarrajeados y no personas serias que durante la primera impresión no lo parecen. Que son profesionales y bastante inteligentes.
Estos homosexuales inteligentes suelen no exponerse ante la gente, en especial ante personas como doña Teresa, porque ella los trataría como a su peluquero; para éstos, ese trato bufón no les va, porque aparte de eso, a estos gays no les gustan las telenovelas y prefieren leer un buen libro o hacer deportes.
Estos gays serios que conocen a doña Teresa, saben que en verdad los discrimina y la mejor prueba es el artículo en El Diario de Hoy donde ella hace un estereotipo de los homosexuales, y estereotipar es el primer paso hacia la discriminación.
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